domingo, diciembre 17, 2006

Una joya: Perlas de agua

Luis Ferrer I BalsebreLa Opinión de Coruña
Domingo 17 de diciembre de 2006


Por Luis Ferrer I Balsebre

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El centro de la localidad de Cee, completamente inundado. / M.C.S.
Cee inundadoPerlas de agua

“Para ser gobernada, la naturaleza ha de ser obedecida”
Francis Bacon

Llegaron las lluvias y más que llegar lo invadieron todo. Veo en la tele el rostro compungido de gente a quien las inundaciones de las últimas semanas les ha dejado con lo puesto y escucho asombrado las demandas de uno de ellos: “No hay derecho, los políticos son unos mangantes que no hacen nada, ya llevamos tres inundaciones. ¡Algo habrá que hacer con el río para sacarlo de aquí!” (paisana de Sabarís, dixit).

La frase tiene su jugo. Por un lado expresa muy clarito el sentimiento arraigado en la sociedad del bienestar de que todo es resoluble, y de que si algo nos molesta se puede y se debe cambiar. Eso sí, lo tienen que hacer otros, Piove: ¡porco goberno!

Estamos con el agua al cuello enajenados de nuestra condición humana y convencidos de que lo que ocurre ahí fuera no va con nosotros, al fin y al cabo, la ciencia, la tecnología y los políticos vendrán a librarnos de todo mal. Tan estúpidamente ciegos que no vemos que precisamente el mito de la solución técnica a nuestros problemas terrenales se está convirtiendo en un problema más grave que el que generó su intervención.

Nos tomamos a coña la naturaleza con una arrogancia infantil. Creemos que podemos dominarla saltándonos sus reglas como párvulos anestesiados con regaliz científicamente probado.

Se puede construir en lechos naturales de los ríos sin tener en cuenta su caudal. Se pueden multiplicar viviendas sin infraestructuras. Se puede echar toda la mierda de nuestro bienestar al agua sin esperar que ríos y mares estornuden y todo el humo de nuestro desarrollo al aire sin esperar que nos asfixie.

Una de las palabras que más oiremos de aquí en adelante será sin duda alguna la palabra “residuos”, que quiere decir, “lo que queda”. Y lo que está quedando de todo este bienestar es un mundo envuelto en plásticos, un mundo de montañas de basura colosales que todos alimentamos sin querer saber nada de ellas, sin quererlas ver ni sentir, arrojándolas a nadie sabe dónde con tal de que no se vean. Pero se ven, se huelen, se sienten y nos acabarán sepultando en una especie de vertedero de Bens planetario mientras vemos la televisión por cable y calculamos el último plan renove.

¿Qué nos incomoda el río?: ¡Que lo saquen de ahí!

Este bienestar merdentono nos atañe, el bienestar es nuestro y la mierda es de los políticos. Y los políticos van y asumen el cargo librando presupuestos extraordinarios y subvenciones que no hacen otra cosa más que reforzar la percepción social de que todo es controlable y de que lo que no se controla es culpa de nadie y hay que pagarlo. Valiente sociedad de irresponsables estamos creando entre todos, unos por vender Arcadias imposibles y otros por caer en la cómoda ilusión de creérselo llenando el espacio de residuos y el alma de subvención.

Hay que ser estúpidos para comprarse una casita al borde del mar y pretender que el mar no se mueva de su sitio. Hay que ser tontos del culo para echar por el water todo lo imaginable y pensar que aquello va al limbo de la mierda que no está en nuestro mundo.

Hacemos aguas.

Llueve raro, arderán los montes, subirán los mares, seguirán extinguiéndose miles de criaturas a diario, el sol nos abrasará...y nadie se preguntará qué está haciendo mal, nadie perderá un segundo en pensar que debe renunciar a su casita de muñecas que le pisa el cuello al río. Le seguirá pidiendo responsabilidad a los políticos que seguirán apostando por los arranxosantes de atreverse a poner coto a tanto desvarío y decir basta a tanta osadía disfrazada de bienestar , planes urbanísticos y desarrollo insostenible.

Cuentan que el dios Indra fue tan caprichoso que decidió cubrir toda la bóveda celeste con una enorme red. En cada punto de cruce de sus hilos colocó una perla preciosa, una perla tan exquisitamente pulida que era capaz de reflejar en ella todas las demás, de tal manera que si alguien osaba tocar una sola de las perlas, algo cambiaba en todas las demás.

Aquí hay mucha gente que se hace collares con las perlas, otros que las han sustituido por urbanizaciones y otros que han dado el cambiazo poniendo en su lugar cristales de extraperlo. Y mientras todos nos preguntamos porqué estando tan guapos y con un pisito tan mono, el cielo ha dejado de brillar y el río se ha puesto tan tonto.

Que lo arreglen los políticos, esos peristas que entienden de desarrollo, de himnos y banderas, de lenguas y husos horarios, de licencias y subvenciones... de todo, menos de perlas.

Ignorantes todos de que sólo somos una perla más en la que se refleja todo lo que hacemos. Así nos va.

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Luis Ferrer es jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario Juan Canalejo (A Coruña)

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