sábado, mayo 27, 2006

Sesos grasos

El foie gras es una especialidad culinar gabacha tan rica como cara... y cruel. Consiste en cebar a la fuerza a un pato o ganso (mejor lo segundo) para obtener un hígado hipertrofiado. De ahí el nombre de hígado graso = Foie gras. Todo se debe a que el hígado es tonto pues absorbe todo ya que confunde cebar con alimentar.

¿Puede aplicarse este mismo tipo de prácticas con seres humanos? Sí. No solamente se puede sino que se hace. Todos los días y con la inmensa mayoría de la población mundial.

Cambien el hígado por el cerebro, sustituyan a la porquería alimenticia por la basura mental y os daréis cuenta de que todos estamos cebados más o menos desde que nacímos: desde la instalación cási forzosa del software de IglesiaCatólica S.A. al bautizarnos hasta la ansia por tener una pantalla plana de 42 pulgadas (36 menusalidades para... ¡ver el puto mundial de fútbol!) pasando por la rutina socio-laboral. "La libertad no es más que ignorancia de lo que nos determina" dice Spinoza. Tanta ignorancía acumulada ha acabado convitiendo nuestro cerebro en simples sesos grasos llenos de prejuicios estúpidos (recordemos el genial libro de Aldous Huxley intitulado Un mundo feliz).

Al contrario de los pobres palmípedos cuyo hígado se hipertrofía o del disco duro de un ordenador que se satura, nuestro cerebro no corre el riesgo de esplotar. Sencillamente porque la basura que en él se inyecta es sustitutiva y no acumulativa: ¿A qué nadie tiene 2 visiones a la vez lógicas y antinómicas del mundo? ni 2 religiones? sencillamente porque la implantación de una destruye automáticamente a la anterior. Conclusión: que toda la mierda que nos hicieron "comer" desde pequeño está instalada en detrimento de una realidad razonable. Es tonto el cerebro por no distinguir entre la propaganda y la enseñanza: también chupa del primero como si fuera lo segundo.

Yo no aspiro a cambiar absolutamente nada (ni a nadie) en el mundo: sólo pretendo evitar que el mundo me cambie a mí. Por eso hace algunos años que me esfuerzo particularmente en intentar discernir entre cultura y bazofia. Dicha limpieza cerebral empezó por supuesto con el ateísmo y siguió con un rechazo frontal al consumismo. Pero cuando uno acostumbra a mamar estas mierdas desde pequeño y sobre todo cuando el médico es a la vez el propio paciente, le cuesta encontrar la objetividad necesaria para mantener la lucidez pues cualquier exceso inverso sería otro error.
También tengo por tarea educar a mis hijos. Y más que llenarles el disco duro, intento/-aré darles toda la RAM, procesador, placa base y software (libre ;-)) necesarios de tal manera que esten armados para filtrar la información. Empezando por no bautizarlos. Despues, veo imprescindible no solamente no comprarles toda la porquería consumista infantil sino sobre todo intentar demostrales que no la necesitan para ser feliz. Y los niños, que todavia no tienen el cerebro atrofiado, no se dejan engañar con facilidad. Menos aún con palabras.

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