martes, octubre 04, 2005

Ikea ahorra en costes... e ingenio


Acto I: La vuelta de calentamiento
Entrar con mi mujer en Ikea es un acto de gran sacrificio o locura, según como se vea. Eran las 15:00 cuando aquella puerta azul ponía "tirar". Tuve que aguantar hasta las 22:00 para poder disfrutar por fin del cartel "Empujar". Durante estas largas 7 horas, pasó de todo. Mi mujer es todo el contrario de Fernando Alonso: Sigue el recorrido pero no busca la vuelta rápida (su primer crono fue de 2 horas) ni subirse a los bordillos y no hace caso a ninguno de los atajos propuestos. Además de salirse de la pista en cada curva para inspeccionar múltiples estanterías provistas de objetos tan coloridos como... inútiles.
El calentamiento le permitió acumular unos 62,50 € de objetos diversos entre los cuales figura una silla cuyo respaldo iba a permitirme ejercitar mis neuronas para su incorporación al maletero de nuestro 206.
Y es que se me olvidaba: Estamos en Barakaldo (Bilbao), regresamos de vacaciones hacía Coruña con nuestros 2 hijos. Silla grupo 2, maxicosi, biberones y pañales, nevera y maletas perfectamente encajados aprovechando cualquier mínimo espacio vacio convierten a un padre en campeón de Tetris.

Acto II: La carrera
Mientras ella recupera a nuestro hijo mayor en la pista de juegos, me toca cargar la primera cosecha en el coche. Nos volvemos a encontrar en la cafetería. Mi sonrisa denota el rotundo éxito de mi misión: gracias a la combinación entre mi ingenio (ya sé cariño, la idea fue tuya, pero el que escribe ahora soy yo) y una cierta flexibilidad (no sé si consentida) de la caja de cartón, el maletero accedió a absorber a los nuevos intrusos.
Una vez terminado de dar el biberón a la enanita, toca la segunda vuelta; en efecto, su madre ha visto unas camas chulísimas para niños. Después de los elogios que me hace de ellas (ningún vendedor de ningún comercio puede rivalizar en argumentos con una mujer intentando convencer a su marido), acepto echarle un vistazo, sin compromiso me garantiza ella. Por supuesto, dichas camas no coinciden en nada con lo que veníamos buscando. ¿El resultado? Pasillo 30, estantería 18; el vendedor informó a mi esposa que la caja de la cama medía sólo 9 mm de espesor (¡!) por un poco más de 1 metro de largo y 75 cm de ancho... y ella me propone devolver todo si no entra en el coche. Son las 19:00 cuando en efecto, me rindo a las evidencias: el vendedor ha confundido los mm con los cm y eso no entra salvo que aceptemos abandonar a nuestros 2 hijos con sus respectivas sillas auto. Pero nos damos cuenta a tiempo de que no tendría sentido tener las camas sin los niños. :-)

Acto III: Parada técnica en stand
De repente, un cartel ilumina el rostro de mi media manzana: "Ikea te presta gratuitamente las barras portaequipaje". La mala noticia es que no tienen modelo para un 206, además de que habría que devolverlas en menos de 1 mes; no nos podemos permitir marcharnos de vacaciones cada mes. La buena noticia es que las venden “al lado”. Después de un último intento de “ikea-lizar” la solución, descartamos su oferta de transporte a domicilio por el módico precio de... 260 €, es decir ¡lo mismo que nuestra compra!, y nos dirigimos a Leroy Merlin... desde dónde me mandan amablemente a Norauto. Según su catálogo, el modelo 63 es el que se adapta a nuestro coche a condición de que este haya sido fabricado después del 98. Yo sólo sé que lo compramos en el 99... Pero me imagino que no tardan un año entre fabricación y venta así que compro las barras (54,95 €) y me voy rápidamente.... y vuelvo corriendo al cabo de un rato para comprar también los tensores (6,40 € los 4).
Ya son las 20:30 y, después de recuperar nuestra compra consignada en el departamento de atención al cliente, me instalo en el parking de Ikea para empezar a asemblar las susodichas barras que vienen totalmente desmontadas mientras que el resto de la familia se deleita con una tercera vuelta y un biberón/bocadillo/café (según orden creciente de edad). A fuerza de metaduras de pata y vueltas a empezar, aprendí a no ir de listillo y a seguir con atención las instrucciones de montajes con lo cual no hay malas sorpresas. Hora y media más tarde, las 2 famosas cajas planas están colocadas en el techo y el resto de los bultos (colchones, somieres) repartidos por el coche. Sólo una ocurrencia femenina de última hora permitió que todo entrase sin sobrecargar voluminosamente el techo (y la consiguiente resistencia aerodinámica que implica hasta un 40% de gasto suplementario en gasolina - que lo sepas :-D - sobre todo al precio al que esta ahora).

Acto IV: Una victoria...
Lo hemos conseguido: son las 22:00 y mi mujer tiene sus camas. Sin embargo, nos acabamos de dar cuenta de que no nos queda suficiente dinero (en total unos 25,00 €) para dormir en el camino tal y como teníamos previsto. Por protección anti-consumista, no disponemos tampoco de tarjetas: la solución es evidente y sólo un poco de lluvia encima de las cajas nos dará de que hablar a lo largo de los 650 km restantes hasta Coruña a dónde llegamos pasadas las 05:00. Una parada en urgencias infantil para diagnosticar una laringitis a nuestro hijo, baño para todos y biberón para la enanita fueron los últimos escollos antes de alcanzar la cama. La nuestra porque, por mucho que le hubiera gustado a mi original esposa, no accedí a montar las de los niños al llegar.

Acto V: ...sin trofeo
La segunda cama no se deja terminar de montar debido a un defecto de fabricación. A pesar de multiples intentos, no hay manera de compensar los malditos 3 mm (de verdad estos) de error que no permiten juntar 2 de las piezas.
Llamo a Ikea Baracaldo y, después de elegir una vez el 2, dos veces el 1 y una vez el 4, me atiende una señorita que, a pesar de mi advertencia inmediata de que vivo en Coruña y no en Bilbao, me propone traer el artículo de vuelta a la tienda. Le explico tranquilamente que no es posible, que me encanta el País Vasco pero que no me sobran ni los días ni el dinero para venirme de manera tan regular con lo cual le pido que me proponga alguna manera de rectificar su error en cuanto a su producto defectuoso.
Lo peor no fue su repuesta (un NO por supuesto) sino la inmediatez con la que me la dio: Ninguna ganas de conectar neuronas para por lo menos simular que hace el esfuerzo de buscar una solución. Mi insistencia sobre la poca calidad de su repuesta y mi propuesta de buscar una solución consensuada provoca una repuesta identica. Tengo la sensación de hablar con un ordenador en lugar de un ser humano. A raíz de este comentario, me contesta que ella no puede hacer otra cosa: Como siempre, el que está no manda y el que manda no está. Confunden el verbo “poder” con “querer” cuando dicen que “no pueden hacer nada”, y no se dignan en explicarme porque no aceptan que les mande un e-mail con una foto del defecto antes de decidir el cambio del producto por el intermedio de un transportista (o que me manden sólo las piezas correctas y yo les devuelvo las defectuosas).
Nada que hacer, a pesar de mi insistencia la repuesta de Ikea se hace cada vez más repetitiva: No puedor, no puedor.

Ya sabes; si no tienes un Ikea al lado, no compres nada (de camino o por catálogo) que pueda tener sorpresa al llegar a casa si no quieres quedarte sin producto ni dinero.

1 comentario:

jabili dijo...

Genial! Real como la vida misma.